Vendiendo panes encontramos a José Valle, un joven de 24 años que de lunes a viernes sale a las calles de Antiguo Cuscatlán desde las nueve de la mañana para ofrecer su producto, él se dedicaba a la albañearía, empleo que perdió con la llegada de la pandemia.
Desde 2020 se dedica a la informalidad, pues aún no encuentra una empresa que le permita demostrar sus capacidades, él es una de las personas que no encuentran trabajo a pesar de querer hacerlo, el trabajo por cuenta propia afecta al 60% de los jóvenes, limitando su acceso a empleos de calidad.
Economistas resaltan la importancia que la informalidad tiene para El Salvador, no solo en aspectos económicos sino también de empleabilidad; pues el 70% de personas trabajan en este rubro.
El nivel de escolaridad es otro punto que está frenando el acceso a empleos de calidad, pues un poco más de 5.2 millones de salvadoreños no terminaron el tercer ciclo y más de 525 personas lograron culminar una carrera universitaria.
Algunos jóvenes consultados aseguran que conseguir un trabajo formal no es nada fácil, pues a menudo se encuentran con requisitos que no logran cumplir; por ejemplo, contar con experiencia previa.
Los jóvenes destacan la necesidad de que las empresas creen programas de formación para el desarrollo de habilidades laborales que les permitan acceder a un puesto de trabajo y así reducir la informalidad, las más afectadas por estas desigualdades son las mujeres, quienes se encuentran en una situación de vulnerabilidad.
Tras la pandemia, cinco de cada siete jóvenes que no estudian ni trabajan de forma remunerada son mujeres, cuyas responsabilidades de trabajo doméstico y otras formas de cuidados no remunerados obstaculizan su inserción laboral con trabajo decente.