Uno de los errores más comunes al gestionar rabietas es reaccionar de manera impulsiva o con enojo, lo que puede intensificar la frustración del niño. Otro fallo frecuente es ignorar sus emociones, lo cual genera mayor tensión y dificulta que el niño aprenda a expresarse de forma adecuada. En lugar de esto, los especialistas recomiendan mantener la calma, validar sus emociones y ofrecerles herramientas para que puedan regular sus sentimientos. Establecer límites claros y ser consistente en su aplicación también es clave para evitar que las rabietas se conviertan en un patrón recurrente.